Una habitación propia

DanielaPor: Daniela Abad

Tengo que admitir que nunca me he percibido a mí misma ni como una mujer ni como un hombre; siempre, desde que era una niña, desde que tuve conciencia de ser alguien, mi sensación ha sido más bien de existencia, pero esa existencia no ha estado vinculada a una sexualidad masculina o femenina. Por esta misma razón, es difícil hablar de mi experiencia en el cine como directora mujer, pues casi nunca pienso así, solo camino, miro, grabo, dirijo, hablo o pienso como mujer.

Virginia Woolf decía que una mujer necesita dos cosas para escribir una novela: una habitación propia y plata de su propio bolsillo. Yo creo que cualquier mujer necesita de estos dos factores para hacer cualquier cosa y entre esas una película, pues lo que esto garantiza es libertad y lo que la libertad garantiza es una mirada propia, ya sea femenina o masculina, pero sobre todo propia.

A veces uno (las españolas dicen una) cree que al ser mujer se está haciendo cine para mujeres y no, yo creo que uno hace cine para la gente, para intentar ampliar la visión del mundo a otras visiones. La única forma de tener una visión es construir una individualidad, es decir, inventarse la manera de ser uno mismo, cosa que yo encuentro muy difícil, pues el mundo nos dice todo el tiempo quiénes debemos ser y uno todo el tiempo debe estarse recordando que uno no es eso ni lo otro, que una es otra cosa o que una ya no es eso ni lo otro, que uno ya es otra. La lucha por quien uno es, es constante, además de cambiante, pues está claro que uno no es solo una persona. Pero es importante por lo menos intentar ser fiel a uno mismo, pues creo que no hay nada más triste (incluso al hacer una película) que no cometer los propios errores sino los de los demás, que vivir la vida de los otros y no la propia. En conclusión, para por lo menos acercarse a la individualidad se necesita silencio, soledad, cerrar la puerta con seguro y no depender de nadie económicamente.

El mes pasado la revista española Caimán, cuadernos de cine, le dedicó un número entero a las mujeres del mundo audiovisual. Mientras leía me fui dando cuenta de cuántas películas creía que habían sido dirigidas por hombres y en realidad las directoras eran mujeres. Creo que todavía en nuestro imaginario, la mayoría de las películas las hacen los hombres y, bueno, si nos fijamos en los números es así, pero en realidad hay muchas más películas de las que creemos que han sido realizadas por mujeres.

Lo que más me gusta es no identificar en esas películas necesariamente una mirada femenina y darme cuenta de que muchas veces yo misma tengo un prejuicio y una película que me parece femenina fue en realidad dirigida por un hombre o viceversa. Algunos ejemplos pueden ser las películas de Jane Campion, las de Maren Ade, las de Claire Denis, las de Kelly Reichardt, las de KathrynBigelow o incluso la última película de Ana Lily Amirpour. Es más, estoy segura de que la mayoría de colombianos no se imaginan que la serie “Pablo Escobar, el patrón del mal” fue codirigida por una mujer o que detrás de las tres películas más importantes del cine colombiano del año pasado y antepasado (“El abrazo de la serpiente”, “La tierra y la sombra”, “Los nadie”) hay tres mujeres productoras: Cristina Gallego, Diana Bustamante e Isabel Otálvaro. Y en cuanto al trabajo “masculino”, si no me lo dicen, creería que las películas de AbdellatifKechiche, algunas de Oliver Assayas, las de ToddHaynes o la película “Oscuro animal” y el cortometraje “Lady” son de mujeres.

Y aquí podría empezar a hablar de cuántos hombres han sido nominados a los Oscar y cuántas mujeres se han ganado alguno, podría decir cuántas mujeres estuvieron en Cannes (este año la colombiana Natalia Santa estuvo nominada con su película “La defensa del dragón” en la Quincena de los Realizadores) y cuántos son los hombres que se dedican al vestuario, la peluquería y el maquillaje en el cine, pero no lo voy a hacer, pues ya sabemos que las mujeres somos minoría y creo que a veces vale más la pena olvidarlo; no por completo, saberlo, pero dejarlo en un lugar recóndito del cerebro. A veces me parece más feminista liberarnos de nuestra condición para poder trabajar con tranquilidad, vivir con tranquilidad, dirigir con tranquilidad, pensar con libertad. Solo podremos trabajar a nuestra manera cuando nos hayamos liberado de eso, de lo contrario, seguiremos pareciéndonos en el trabajo a los hombres, pues nosotras mismas impediremos que nuestra sensibilidad aflore. Creo que mujeres y hombres estamos igualmente capacitados para hacer cine, aunque creo mucho en las mujeres, es más, confieso que me gustan más que los hombres; que he padecido el machismo, no solo en el mundo del cine sino en la vida en general, pero cuando pasa, intento defenderme y después sacudirme y quedar igual que antes, liviana. Que el machismo o el feminismo no vayan a interferir en mi trabajo.

Creo que el verdadero feminismo lo lograremos cuando lo hayamos olvidado, cuando lavemos los platos sin pensar, cuando un hombre cocine sin celebrárselo y comamos con tranquilidad, cuando cocinemos sin culpa, cuando trabajemos sin orgullo, cuando ya no nos pidan estos artículos (ahora necesarios), cuando las revistas de cine no tengan que dedicarle un número solo a las mujeres (aunque ahora es necesario). Cuando nos olvidemos de los géneros habremos al fin aprendido algo y las mujeres podremos dirigir y no nos recordarán por ser mujeres —lo cual no es ni un mérito ni una vergüenza— sino por lo buenas que son las películas que hacemos.