Alas de libertad

Alas de Libertad

Como parte de las actividades cineclubísticas que la Corporación lleva a cabo en Santa Fe de Antioquia, en los municipios de Andes y Támesis y en la ciudad de Medellín, los presos de la Ciudad Madre disfrutan de una programación de películas que les ayuda a soñar.

El cine necesita tanto de un lenguaje como de un público
que converse consigo mismo a través de este lenguaje.
Víctor Gaviria.
“El cine florece en la feria”,
4º Festival de cine Colombiano, Feria de las Flores. 2006

Hoy es martes. Sí, un martes, que puede ser cualquier martes, martes 13, martes 1º, martes 15; en fin, el número no importa, el día sí, MARTES, han pasado 15 días desde la anterior película en la cárcel del circuito de Santa Fe de Antioquia y todos estamos en función de esa tarea. Hoy, como cada quince días, Alba recordando y buscando el videobean, Wílder Alejandro con la película; Fredy con el sonido; Marta, la gerente, que todo esté bien, y yo corriendo a almorzar para llegar antes de las 2 de la tarde y no después, sí, porque la cita, cumplidos, son los martes cada quince días a las 2 p.m. con una nueva película para los internos, que tenga ciertas características: 1º Que les deje un mensaje, una lección de vida, 2º Que sea en español, 3º Que los haga reír y los entretenga, 4º Que no los ponga tristes. Estas son algunas de las recomendaciones que nos hacen el director de la cárcel y por supuesto ellos mismos y dentro de estas condiciones priorizamos las películas colombianas.

Llego cinco o diez minutos antes de las dos; a esta hora del día el sol alumbra, me acaricia fuerte, para luego caer más fuerte en las calles empedradas de esta ciudad patrimonio histórico de nosotros los colombianos. Ahora estoy en la entrada, puerta principal que comunica el afuera con el adentro, en este momento me pregunto: ¿qué sentirá quien se para acá y llega para demorarse unos días, unos meses, unos años? Y no me alcanzo a responder, cuando se inicia el protocolo: un saludo de buenas tardes al guardián que me recibe, con su uniforme azul y su apellido encima del bolsillo de la camisa, quien anota mi nombre, el título de la película, hora de entrada, hace la requisa de rigor y se pasa al segundo momento, antes de llegar al salón donde veremos la película, que es el mismo espacio donde ellos trabajan, estudian y comen. Se abre una puerta metálica y me encuentro frente a una reja azul, con un candado grande, acá ya puedo saludarlos, a ellos los internos, aunque falta todavía que se abra otra reja; aparece un segundo guardián, desde adentro, con el mismo uniforme, eso sí con otro apellido encima del bolsillo de su camisa, y saca de la cintura unas llaves, separa una con la que abre el segundo candado, este más pequeño, alcanzo a ver caras conocidas, pero siempre hay personas nuevas, varios jóvenes, me llama esto la atención, es un dato que no se puede dejar pasar por alto, pienso yo, en Colombia un gran porcentaje de las personas que están en las cárceles son jóvenes entre los 18 y 25 años, claro que también hay allí personas mayores, y el cupo, que es para 50 hombres, hoy está en 57; les veo cara de “angustia”, otros ya de “resignación”, ¡ah!, esa cara se la ponga yo. Me ven y se alegran, al menos eso creo; son amables, caballeros y atentos, está listo el salón, han colocado los telones para oscurecerlo un poco, de ahora en adelante Gustavo y Lenín se responsabilizarán de ello con otros cuantos que además de mostrarse dispuestos son ágiles, saludo y me responden calurosamente; presento la película, hago alguna reflexión que tenga una intención formativa para sus vidas, desde sus condiciones personales; se pasan dos listas de asistencia, una para ellos allá y la otra para la Corporación, se muestran prevenidos y les explico el sentido de la lista en el caso nuestro, pues la de ellos la saben perfectamente, creo que les lleva a un descuento de horas o al menos se lo tienen en cuenta.

No todos ven la película, sí la mayoría; algunos juegan en el patio, otros se quedan trabajando afuera en los corredores, mientras que otros ven la película y trabajan en sus mochilas, manillas, artesanías que ellos disfrutan, a veces se me acercan, me cuentan parte de su historia, de lo conscientes de su “equivocación” de “lo duro de estar ahí”. “Hace dieciséis meses no veo la luna”, me decía alguien como para que lograra entender la dimensión de esa dureza; me quedé en silencio y pensé: “¿Nosotros nos damos cuenta de ello?”. Yo la vi anoche y estaba majestuosa. Ese joven hoy no está acá, ¿talvez la logró ver anoche allá afuera?, ¿o talvez ya no fue consciente, de esto que en algún momento fue su mayor añoranza?

Se termina la película, nos despedimos, Fredy en silencio recoge los equipos, se comenta la película, dan nuevamente las gracias, dicen estar agradecidos con la Corporación Festival de Cine de Santa Fe de Antioquia por tenerlos en cuenta, proponen algunos títulos para las próximas como Rodrigo D Sumas y restas , entre otras, y reiteran: “Gracias por tenernos en cuenta, esto nos entretiene porque acá es muy duro”. Yo también les doy las gracias y hasta dentro de quince días, martes a las 2 de la tarde, cuando nos daremos otra cita, y como el título de una película que es el título de este escrito, darles “alas” a su libertad, dejando volar su imaginación, recorriendo los paisajes, las tramas al frente, en la pantalla vividas, con la idea de que en algún momento son las propias o las del compañero que está al lado, pero eso sí, volando hacia “los mares de su narcisismo” que nadie, por supuesto, ni siquiera desde allí, desde su encierro se lo podrá impedir.

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