Vallejo en el 5º Festival de Cine Colombiano
De la mano de mi padre entré al cine. La salita, pequeña, abarrotada, palpitaba con la tibieza de las iglesias en misa de madrugada, si bien era el atardecer. Tal vez por causa de esa primera impresión para mí todo cine es un templo. Pero uno que embriaga no con incienso ni con latines de coro y presbiterio, sino con luces y sombras que pugnan en la oscuridad. Retumbó un cañonazo atronador y el templo se volvió barco: una nave pirata al abordaje. Y ahí voy yo, el Corsario Negro, parche negro en un ojo y el otro echando chispas iracundas de colores, al abordaje con mi cimitarra de mango incrustado de rubíes y esmeraldas. Tas-tas-tas-tas… Son las espadas, el entrechocar de espadas. Tumbo uno aquí, tumbo otro allá, el que se me atraviese se muere, salto a la goleta inglesa y por entre arboladuras, jarcias, mástiles, volando en una cuerda, aterrizo en la cabina del capitán y lo hago prisionero. El humo de los mosquetes se salía de la pantalla y se mezclaba en la sala con el de los cigarrillos Pielroja. Nunca, nunca, nunca he sido más feliz que en medio de esa humareda y de esa matazón. De cuando en cuando, por entre el fragor de los cañones, llegaban de afuera, del bailadero, compases de un porro o de un paseadito, jirones de la prosaica realidad: negros y negras meneando las caderas.
Esa tarde de domingo, en esa salita abarrotada, al abordaje de un entrechocar de sables, así y ahí y entonces nació mi amor por el cine.
Los caminos a Roma
“A mí el cine no me interesa. Yo pienso que es un lenguaje muy menor al lado de la literatura y que la literatura es un lenguaje muy menor al lado de la música (…) Lo del cine es un lenguaje muy pequeño al lado de la palabra, es un lenguaje muy artificioso. La palabra no es artificiosa, la palabra está íntimamente ligada a lo que es el ser humano (…) Terminé desilusionándome del lenguaje del cine. Llegué a la conclusión de que era un lenguaje muy artificioso, y que el cine es un embeleco del siglo XX y que no va a durar mucho más”.
PARA EN LA TORMENTA
Las dos películas colombianas que hice me quedaron muy regulares, pues los paisajes de Colombia, las montañas inmensas, los ríos tormentosos, fantásticos, qué los iba a tener aquí. Yo lo que logré plasmar era una décima parte de lo que tenía en la cabeza y en el corazón.
(…) Y después Colombia me las prohibió, cuando, en su momento, hubieran podido tener algún impacto y decirle algo a la gente de Colombia. Ahora son películas viejas. Entonces son dos películas de fracaso, de muerte y de desesperanza las que yo hice. ¿En Colombia eso los ofendía mucho? ¿Qué querían que filmara? ¿Florecitas? ¿Paisajitos? ¿Riítos? ¿O qué querían que filmara?
Fernando Vallejo
La desazón suprema
PARA CRÓNICA ROJA
Las películas fueron recibidas mal, no se preparó debidamente y Vallejo en materia de encantar a los medios masivos en aquella época era simplemente un desastre, no era un hechicero de serpientes, entonces las películas pasaron más o menos inadvertidas.
Carlos Monsiváis
La desazón suprema