No nací directora

No preciso el momento en que decido en mi vida ser directora de cine, un oficio con un nombre excesivamente pretencioso y sofisticado para mi gusto.
El cine aparece en mi vida, más que por la fascinación que pudiera producirme cualquiera de las películas que vi en mi adolescencia —que debo aclarar, tampoco fueron muchas, pero sí suficientes para maravillarme con las posibilidades que existían en ese medio—, porque parecía ser el dispositivo perfecto para mezclar todo lo que me apasionaba, sin tener que sacrificar aparentemente ninguna de mis inquietudes. Sentía que en el cine podían convivir mis intereses estéticos, la pintura, la fotografía, el teatro, la arquitectura, de alguna forma la literatura y la pol(13 años) suficiente. me en reportera de guerra y querer irme a cubrir la guerra de los Balcanes, como si la guerra de aquñi queítica, pero sobre todo que era un medio que me permitía ahondar sobre aquello que más curiosidad y fascinación me generaba: la condición humana.
Nunca en ese proceso de manifestar que era lo que quería hacer tras graduarme del colegio, apareció por un segundo el temor o la preocupación de lo que significaba ser una mujer en el cine. Ni siquiera la suspicacia ante el hecho de que casi todas las películas que veía y me fascinaban eran dirigidas por hombres. Nunca me lo pregunté. Quizás porque siempre todas las carreras u oficios que me interesaron eran bastante masculinos: a principios de los 90 (con 13 años) manifesté mi deseo de convertirme en reportera de guerra y querer irme a cubrir la de los Balcanes, como si la de aquí no fuera suficiente.
Fui criada en una familia de predominancia masculina; estudié en un colegio mixto, en un salón de 6 mujeres contra 20 hombres. He tenido más amigos hombres en mi vida y debo dejar claro que jamás, ni en mi familia, ni en mi círculo cercano, me he sentido menospreciada por ser mujer. Por el contrario, he sido siempre tratada con igualdad y mi carácter fuerte siempre alentado y bienvenido.
No nací directora. He contado seguramente, con unas particularidades en mi personalidad y carácter que hacen que pueda tener una visión clara sobre lo que quiero y por ende, comandar un barco, pero a ello he llegado tras un montón de sacrificios, guiada siempre por mi propia intensidad y obstinación. Entré por primera vez a un set de grabación cargando una olla con comida, haciendo parte de un catering de una película en Barcelona. Fue ésta la única manera como pude ver por fin y sufrir en carne propia lo que era un rodaje. Fui script durante varios años, y debo admitir que sólo una vez trabajé con una directora mujer, la catalana Silvia Querr. Ver cómo con dulzura y pasión nos iba llevando en el mar de sus ideas, despertó una fascinación en mi que nunca ninguno de los hombres con los que había trabajado hasta ese momento había alcanzado, y no porque ella fuera mejor, no, si no porque en ella reconocí una lucha diferente a la que había visto en los hombres; ella tenía que librar unas batallas extras solo por ser mujer, aunque nunca las hiciera explícitas, y también adiviné una sensibilidad y un cuidado con los detalles que provenían de esa condición.
Sin embargo, también debo admitir que mis referentes principales en el cine son hombres, y uno local en particular, Víctor Gaviria, y que aún hoy “Rodrigo D” despierta una sensación en mí que difícilmente puedo verbalizar. Además, que grandes directores como Carlos Moreno, confiaron en mí de una manera que me ayudó a abrirme paso en esta joven industria y que me ha permitido vivir de este oficio por los últimos años, en contra de todo pronóstico social. Detesto caer en batallas sexistas, pero sí me genera mucha curiosidad entender por qué no somos más, y la verdad no tengo respuestas, solo quizás un par de dudosas hipótesis.
Si bien no creo que uno pueda decir con inmediatez que una película fue dirigida por una mujer, cuando ves el nombre en el respaldo, ciertas decisiones toman más sentido. La elegancia de Sofía Coppola, la “calle” y contundencia de Andrea Arnold, la épica de Jane Campion, la ironía de Lucrecia Martel, la intensidad política de AvaDuverney, o la sutileza de Isabel Coixet…, en todas, sin excepción, hay una manifestación de ser mujer que surge de manera sutil, sin que ese sea jamás el objetivo final de sus obras.
En general anhelo más voces femeninas en todas las artes y en particular en el contexto colombiano. El papel de la mujer en este truculento paisaje ha sido también la de observadora violentada por los acontecimientos, viudas y huérfanas en muchos casos, y celebraría cualquier nueva expresión que venga de esa condición tan particular que nos hace una y no otra.
Simone de Beauvoir decía: “Mediante el trabajo ha sido como la mujer ha podido franquear la distancia que la separa del hombre. El trabajo es lo único que puede garantizarle una libertad completa.” La idea del machismo era algo que se mencionaba y que yo legítimamente veía como un odioso código cultural, pero en lo personal nunca fue algo que yo experimentara. Al entrar a la universidad el grupo de mujeres era aún más reducido y se convirtió en nulo cuando manifesté que mi deseo era seguir la rama de dirección. Y entonces fue, paradójicamente haciendo lo que más me gusta hacer, cuando por fin ejercía mi trabajo como directora de manera profesional en una serie, cuando me di cuenta que aquello que yo vislumbraba como códigos culturales lejanos a mi ventana se manifestaron de manera directa y lacónica. De frente, sin asomo de vergüenza, me di cuenta, de que también era conmigo, que no iba a pasar tan desprevenida por la vida sin haber experimentado tan fracasado fenómeno.
Tengo que decir que aunque eso no ha sido el común denominador en mi camino como directora y que suelo compartir mis sets con hombres y mujeres maravillosos, horizontales, inteligentes y respetuosos, ese evento en particular prendió mis alarmas sobre un fenómeno que no es simplemente local y que hace que muchas mujeres debamos probar nuestras capacidades de manera más implacable que muchos hombres, y que nuestro liderazgo en ésta siempre se va cuestionada, casi como si go, en has muejres deban probar sus capacidades de manera mhorizontales, inteligenésta y en muchas otras áreas, siempre se vea cuestionado porque lastimosamente cuando proviene de la mujer, el liderazgo no se recibe de la manera orgánica como se asume el del hombre. Con esa experiencia particular me di cuenta de que en el camino laboral de la mujer sí que hay implícitas un par de batallas más. Y esto no debería significar nunca razón para la renuncia, todo lo contrario.
Es un oficio hermoso aquel de construir mundos imaginarios, es un acto de resistencia y rebeldía en sí. Mezcla la sensibilidad y la fuerza de una manera igualitaria, es un trabajo excesivamente duro, anti glamuroso como él solo, de sacrificios que a veces parecen absurdos, de largas horas, de tiempos muertos, y aún a escasas semanas de haber cerrado la post producción de mi primera película, que seguro es lo más parecido a un parto que yo haya experimentado, aún cuando sentí no tener fuerzas, aún después de haber puesto en dudas el oficio, aún después de enfrentar varias decepciones en el camino, aún después de estar en medio del vértigo de quien ha logrado algo y nada, digo que sí que vale la pena la aventura; que la voz de la mujer hace falta, que sí que se necesitan ciertas particularidades sobre todo de carácter para asumir tan extraño oficio, pero que, como decía Billy Wilder, es un trabajo en el que podemos ser todos los seres humanos, pasar por todos los oficios, vivir todas las emociones en un solo día.
Al final tener la posibilidad de contar una historia, donde la imagen y el sonido se apoderan por dos horas de la existencia de unos extraños y los llevamos por un viaje contado a punta de nuestros aciertos y desaciertos, de nuestra sensibilidad y nuestra zozobra, eso, es la posibilidad que únicamente brinda cine.
La gran fotógrafa NanGoldin dijo estas palabras refiriéndose a su trabajo: “Existe la idea popular de que el fotógrafo es por naturaleza un voyeur, el último invitado a la fiesta. Pero yo no soy una colada; esta es mi fiesta. Esta es mi familia, mi historia”. Al final eso es lo único que anhelo: nunca ser una colada e invitar a los espectadores a ser parte de mi fiesta.