Cine animado japonés - Los dibujos animados del crisantemo imperial

ANIMACION

Hacer un recuento del cine de dibujos animados en Japón es remontarse a unos antecedentes que van cerca de mil años atrás, cuando en el periodo conocido como Kamakura (1186-1340) los japonenses copian los Chojugiga, que eran rollos de papel pintados y que representan animales vestidos con ropas y haciendo actividades humanas. La invención de estos rollos es atribuida al sacerdote budista Toba, en la China del siglo XII.

Por Álvaro Vélez

Sin embargo, son más cercanos los Ukigo-e, que son piezas pintadas y que representan la primera manifestación artística popular en Japón. Los Ukigo-e se utilizaban, en gran medida, para satirizar algunas posturas del gobierno y hacer más pasadera la difícil y estrecha situación política y económica del periodo Edo (1610-1868). Durante la segunda mitad del siglo XIX Japón inició un proceso de apertura en el cual el dibujo y la narración dibujada, en especial, recibieron el influjo de Occidente.

Es necesario, cuando se habla de anime (animación japonesa), enfatizar la estrecha relación que el cine de dibujos animados, en Japón, tiene con el manga (el cómic japonés). El anime y el manga, en el país del sol naciente, se encuentran en una relación de constante simbiosis, siendo cada una de las manifestaciones influenciada por la otra, en estética y contenido. Las primeras animaciones japonesas datan de la década de 1910, siendo Momotaro (1918), de Kitayanna Seitaro, la más representativa. Se trataba de obras en cine mudo y a blanco y negro, muy similares a Gertie the Dinosaur (1914) o The Sinking of the Lusitania (1918), del norteamericano y padre de la animación en Occidente Winsor McKay. Más adelante, y con la llegada del sonido, un nuevo título dentro del cine animado japonés se destaca como el primero en su género con audio: Chikara to Onno no Yononaka (1932), de Masaoka Kenzo. Sin embargo, es a partir de la segunda mitad del siglo XX, más específicamente desde el periodo de ocupación del archipiélago nipón por los norteamericanos, después de la Segunda Guerra Mundial, que el cine de dibujos animados toma en Japón un verdadero impulso. Durante esta época los japoneses aprenden de los métodos de producción a escala industrial de los norteamericanos. La falta de dinero incita a la realización del cine en dibujos animados, que tienen un costo de producción relativamente bajo y con los cuales se puede decir mucho sin necesidad de una gran inversión.

Se puede afirmar que el padre de la animación moderna en Japón es Osamu Tezuka , quien en 1947 había roto el récord de ventas de un manga con su obra Shin Takarajima ( La nueva Isla del Tesoro ). Tezuka, gran admirador de las animaciones de Walt Disney, crea en la década de 1950 el manga Tetsuwana Atom (más conocido como Astroboy ), que luego será llevado a la animación y que se convertirá en todo un clásico del anime, sentando de paso algunas de las pautas estéticas de muchos de los dibujos animados hechos en Japón. Tezuka creó, en 1957, los estudios Toei Animation Co. para producir obras a la altura de la industria norteamericana. Obras como Saiyu-ki ( El rey mono ) o Astroboy , en formatos de serie para televisión, pertenecen a este periodo.

A partir de la década de 1960, la producción de dibujos animados en Japón corre por dos vertientes: las series de televisión y el cine de dibujos animados. Ambas producciones mantienen una estrecha relación con el manga, ya sea porque son adaptaciones a partir de un cómic o porque es la animación la que inspira una posterior edición impresa en cómic. Ejemplos de esta década se pueden encontrar en obras como Speed Racer ( Meteoro ), IronMan 28 ( Tetsujin 28 ), Eight Man , Cyborg009 ( Ópera espacial ) o Centella . Muchas pasaron de las series de televisión a la pantalla gigante.

Obviamente, estos eran comienzos vacilantes y de mucha experimentación, pero fueron el inicio de la industria. En los años setenta, el anime-manga experimentó el primer gran boom. Series como Mazinger Z de Go Nagai, Heidi de Hayao Miyazaki, Marco , Doraemon , Capitán Harlock , Cobra , La abeja Maya , José Miel o Galaxy Express , iniciaron un lento pero seguro paso de penetración en Occidente. Pero es Akira (revista Young Magazine, 1982), de Katsuhiro Otomo, un manga que luego será llevado por el mismo Otomo al cine, en 1988, el que se convierte en un parte aguas del anime, pues abre de lleno el interés sobre el anime y el manga en Occidente, además de que produce un shock en la industria occidental de animación por lo logrado de su factura. A partir de Akira el dibujo animado japonés comenzará a tener una muy amplia aceptación en Occidente y las obras lograrán, en muchos de los casos, una calidad en forma y contenido que competirá codo a codo con la producción de dibujos animados del mundo occidental.

Obras realistas como Gen Barefod ( Hadashi no Gen , 1983), de Masaka Mori, acerca del holocausto atómico sobre la ciudad de Hiroshima, o Tumba de Luciérnagas ( Hotaru no Haka , 1988), un film de Isao Takahata basado en el libro autobiográfico de Nosaka Akiyuki, que cuenta las terribles jornadas de un par de niños huérfanos durante el bombardeo a la ciudad de Kobe (marzo de 1945).

Cine animado en clave cyberpunk como la ya mencionada Akira o Ghost in the Shell (1986), un manga de Masamune Shirow llevado al cine por Mamuro Oshii. Anime inspirado en las historias épicas del Japón, con una buena dosis de fantasía como Ninja Scroll o Vampire Hunter D - Bloodlust (2000), ambas de Yoshiaki Kawajiri. Fascinantes mundos paralelos, el pasado que pudo ser o amalgama de referencias como Jin Roh (1998), de Hiroyoki Okiura o la preciosista Metrópolis (2002), de Rin Taro, una película cargada de referencias cinematográficas que van desde la Metrópolis de Fritz Lang hasta Astroboy de Ozamu Tezuka, pasando por claras referencias al cine negro. Y toda la obra del que es considerado, en la actualidad, el maestro del cine de dibujos animados: Hayao Miyazaki, con películas como la ya considerada de culto Mononoke Hime (1997), la tierna Mi vecino Totoro (1988) o la fantástica, en forma y contenido, El viaje de Chihiro (2001).

El cine animado japonés tiene mucho que ofrecer: una multiplicidad de géneros y contenidos, donde es posible encontrar una diversidad de historias que van desde lo pornográfico y erótico hasta lo más infantil, pasando por historias épicas, futuristas, dramas de la realidad, historias cargadas de fantasía o piezas de un alto contenido histórico; una innumerable gama de estéticas, donde la paleta de colores tiene infinitas opciones o la fisonomía de los personajes puede ser de muy variados tipos; una dinámica en animación que puede ir desde lo casi estático (animatic) hasta una fluidez que se acerca a lo real y donde las técnicas van desde el elemental trazo a mano hasta la utilización del más complicado software de animación digital. Pero quizás lo más importante es que gran parte del cine animado japonés (un poco más que el de Occidente) no está hecho bajo fórmulas; lo que se quiere es narrar historias interesantes. El uso de dibujos en movimiento es tan sólo un medio más para decir algo que vale la pena contar, y el anime no está condicionado a un solo tipo de espectador sino que, por su diversidad de géneros, historias, formas de narrar, estéticas y técnicas, posee una amplia gama de públicos.

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